El agua, el nuevo oro azul: cómo conservarla y reutilizarla
Entrevista a Marco Merola
periodista y divulgador
ES_Merola

Hay una pequeña cantidad de agua dulce disponible en el planeta y la población está creciendo, debemos hacer todo lo posible para no desperdiciarla y aprender a regenerarla.»

 

Marco Merola, periodista científico y autor del webdoc, parte de esta conciencia. Adaptation.it, que en esta entrevista nos guía a través de los desafíos y soluciones relacionados con la gestión sostenible del agua. Desde la gestión de aguas residuales hasta su reutilización en la agricultura, pasando por la valorización de lodos y la recuperación del agua de lluvia, Merola cuenta un camino concreto de buenas prácticas para abordar la emergencia hídrica con innovación y responsabilidad. En un contexto de crisis climática y sequía creciente como el actual, el desafío es claro: cada gota cuenta.

 

El agua es un bien cada vez más escaso, ¿qué tan importante es conservarla y no desperdiciarla?

Proteger los recursos hídricos es fundamental. El agua ya es un recurso valioso y, en un mundo que se estima alcanzará los 10.000 millones de habitantes en 2050, será cada vez más estratégica. Actualmente, el 97 % del agua del planeta es salada. Solo el 3 % es dulce, pero el 99 % de esta se encuentra congelada en glaciares o en acuíferos subterráneos que, en muchos casos, son inaccesibles o inadecuados para el consumo humano o el uso agrícola.

Solo queda un 0,3 % de agua superficial —la contenida en ríos, lagos y estanques—, que representa el recurso utilizado para satisfacer nuestras necesidades diarias. Ante estas cifras y con una población mundial en constante crecimiento, no podemos permitirnos desperdiciar ni una sola gota. Es urgente invertir en todas las soluciones posibles para conservarla, reutilizarla y regenerarla.

 

Y, en esta perspectiva, ¿qué papel puede desempeñar la reutilización de aguas residuales? ¿Cómo podemos reutilizarla y qué tratamientos son necesarios para garantizar su uso seguro, que no comprometa el acuífero y la salud pública?

Hoy en día, las aguas residuales se utilizan principalmente para su reintroducción en la naturaleza. Se trata de agua “sucia” procedente de desechos domésticos, recogida a través del sistema de alcantarillado y sometida a varios tratamientos antes de poder ser devuelta al medio ambiente. Su destino habitual son cuerpos de agua naturales —ríos, arroyos— o proyectos de renaturalización, como en el caso de los humedales.

Un ejemplo ejemplar es el oasis del WWF a las afueras de Bolonia, un humedal regenerado gracias al uso de aguas residuales tratadas, ahora recolonizado por especies animales que habían desaparecido, especialmente aves acuáticas.

El proceso de depuración del agua implica varias etapas. Comienza con una filtración inicial para eliminar los residuos sólidos —plásticos, madera, bastoncillos de algodón—. A continuación, se aplican tratamientos biológicos, en los que microorganismos como las bacterias descomponen la materia orgánica. A estos se suma el tratamiento anaerobio, basado en otras bacterias que actúan en ausencia de oxígeno y constituyen el núcleo del proceso de depuración.

El siguiente paso es la filtración terciaria, que se lleva a cabo mediante arena, telas filtrantes o membranas, y sirve para eliminar las partículas residuales. Finalmente, el agua pasa a través de carbón activado, que permite retener cualquier sustancia que aún permanezca.

El agua resultante de este proceso está depurada y puede devolverse de forma segura a la naturaleza, aunque no es apta para el consumo humano.

 

¿Existe una regulación europea sobre este tema, o cada país miembro adopta sus propias regulaciones?

En Italia, el principal referente normativo para la reutilización de aguas residuales es el Decreto Legislativo 152 de 1999. Esta ley regula los distintos tipos de vertidos, define sus características y establece los límites de concentración de las sustancias presentes, tanto en las aguas residuales como en el agua una vez tratada. Se trata de un marco normativo en constante evolución: con el avance de las tecnologías de monitorización, se están identificando nuevos contaminantes, lo que hace necesario actualizar de forma continua los parámetros de referencia.

Recientemente, los llamados “detectives del agua” —técnicos especializados que trabajan para grandes empresas públicas del ciclo integral del agua— han detectado contaminantes nunca antes registrados en aguas residuales. Entre ellos destacan los disruptores endocrinos, como el bisfenol, y, en especial, los PFAS: compuestos químicos sintéticos altamente tóxicos, conocidos por su persistencia en el medio ambiente y por sus efectos perjudiciales para la salud. Son el “lado oscuro” de la modernidad, presentes en todas partes: desde los recubrimientos antiadherentes de las sartenes hasta los tejidos técnicos.

Este escenario en constante evolución es descrito por muchos como un “álbum de horrores” en continua actualización, que obliga a los profesionales del sector a mantenerse siempre en alerta.

En el ámbito normativo, también se están produciendo avances a nivel europeo en lo que respecta a la reutilización de agua depurada en la agricultura, una de las soluciones más prometedoras para afrontar el creciente estrés hídrico. Italia ya aplicó en 2023 el Reglamento Europeo de 2020, pero una nueva Directiva de la UE, emitida en 2024, deberá aplicarse antes de 2027. Esta nueva normativa no solo actualizará los límites existentes, sino que introducirá nuevos parámetros, con el objetivo de armonizar y clarificar un marco regulador actualmente fragmentado.

La necesidad de actuar es urgente: entre 2022 y 2023, la sequía afectó gravemente al norte de Italia, mientras que en los dos años siguientes las emergencias hídricas se concentraron en el sur. En este contexto, la reutilización de aguas residuales para uso agrícola representa una palanca estratégica para hacer frente a futuras crisis con herramientas que ya tenemos a nuestro alcance.

 

¿El uso de aguas residuales en la agricultura garantiza que los cultivos no se contaminen? ¿Qué sustancias se monitorean en los productos agrícolas? ¿Son suficientes los análisis realizados para detectar todas las posibles sustancias tóxicas que podrían ser absorbidas por las plantas tratadas con aguas residuales?

Si las aguas residuales se depuran cumpliendo todos los criterios exigidos, puede afirmarse con razonable certeza que no contaminan los cultivos. En este ámbito, el CREA — Consejo para la Investigación Agrícola y el Análisis de la Economía Agraria — desempeña un papel especialmente activo. Su objetivo es desarrollar una planificación específica para la reutilización de aguas residuales, ajustando el nivel de depuración en función del tipo de cultivo y del contexto territorial.

De hecho, es necesaria una verdadera “coincidencia” entre las características físico-químicas y biológicas del agua tratada y las necesidades de los distintos cultivos, de modo que el uso agrícola de aguas residuales no solo sea seguro, sino también eficaz desde el punto de vista agronómico y medioambiental.

No toda el agua depurada es adecuada para todos los cultivos: este es un punto fundamental que conviene aclarar. Las aguas residuales domésticas —es decir, las que provienen de nuestros hogares— contienen de forma natural altas concentraciones de fósforo y nitrógeno, dos elementos esenciales para la fertilidad del suelo y el desarrollo de las plantas.

Estos mismos nutrientes suelen añadirse artificialmente mediante fertilizantes químicos, cuyos efectos secundarios a largo plazo pueden ser perjudiciales, como el empobrecimiento del suelo. En cambio, el uso de aguas residuales ya ricas en fósforo y nitrógeno representa una oportunidad real para avanzar hacia una agricultura más sostenible.

Según algunos estudios, si se depuran adecuadamente y se aplican de forma correcta, las aguas residuales podrían cubrir hasta el 70 % de las necesidades hídricas de los campos agrícolas, al tiempo que proporcionan un aporte natural de nutrientes.

Hoy en día, los análisis permiten detectar una amplia gama de sustancias potencialmente tóxicas, pero el sistema de monitorización debe actualizarse de forma constante: la presencia de metales pesados, por ejemplo, debe ser completamente descartada para evitar la contaminación durante el ciclo de crecimiento de las plantas y en los frutos destinados al consumo humano.

Un ejemplo virtuoso es el proyecto promovido por ENEA en colaboración con HERA, una empresa de servicios públicos de Emilia-Romaña también activa en otras regiones italianas, documentado en el webdoc Adaptation. La iniciativa demuestra cómo el uso dirigido de aguas residuales puede convertirse en un recurso valioso para la agricultura del futuro.

Se ha construido un pequeño invernadero experimental alimentado con aguas residuales purificadas en la planta de purificación de Cesena: un proyecto piloto para cultivar tomates y duraznos.

Los resultados han sido sorprendentes. Las plantas están creciendo exuberantemente y ha habido un aumento significativo en la producción, gracias a la alta concentración natural de fósforo y nitrógeno presente en el agua tratada.

 

Según un informe de Greenreport, se producen anualmente más de 10 millones de toneladas de lodos de depuradora en Europa. Estos lodos pueden usarse como fertilizante en la agricultura, pero ¿bajo qué condiciones?

Los lodos de depuradora son un recurso valioso que debe aprovecharse, especialmente en un momento en el que es urgente regenerar los suelos minimizando el uso de productos químicos. Se trata del residuo final que se acumula en las cubas de sedimentación de las estaciones depuradoras de aguas residuales procedentes de núcleos domésticos, industriales o mixtos.

Una vez separados del ciclo del agua, los lodos se redirigen a una línea de tratamiento específica. Si se gestionan adecuadamente, pueden desempeñar un papel clave en la agricultura. Una de las prácticas más extendidas es la aplicación controlada en suelos agrícolas, lo que permite recuperar su valor fertilizante gracias a la presencia natural de nutrientes como nitrógeno, fósforo y potasio.
Con Adaptation, hemos documentado una buena práctica iniciada en Véneto por una empresa del ciclo integral del agua: aquí, los lodos se tratan y se destinan a campos de cultivo, reduciendo al mismo tiempo el uso de fertilizantes químicos y el volumen de residuos enviados al vertedero.

Este enfoque cuenta también con el respaldo de la normativa europea, que promueve el uso agrícola de los lodos para evitar métodos de eliminación más perjudiciales, como la incineración o el enterramiento.

Pero aún se puede ir más allá. En Véneto, por ejemplo, se están desarrollando proyectos piloto para la creación de depósitos de lodos ya depurados, mezclados de forma continua mediante sistemas automatizados y deshidratados en entornos con temperatura controlada. Este proceso no solo permite inertizarlos, sino también reducir su peso y volumen, disminuyendo así los costes y las emisiones asociadas al transporte.

Un modelo de economía circular que demuestra cómo la gestión de los lodos puede transformarse en una oportunidad tanto medioambiental como económica.

 

¿Cuáles son los riesgos de contaminación de las plantas por metales pesados u otros contaminantes presentes en los lodos?

En los lodos pueden encontrarse contaminantes orgánicos persistentes, disruptores endocrinos, metales pesados y sustancias farmacéuticas. Numerosos casos de reutilización de lodos tóxicos han tenido lugar en el norte de Italia, especialmente en Lombardía. Algunas plantas, como los nabos y las coles, toleran mejor los metales pesados, pero la mayoría de los cultivos comparten un destino común.

 

¿No cree que una gestión más cuidadosa del agua de lluvia, a través de sistemas de retención en lugar de acelerar su flujo hacia el mar, podría llevar a resultados más confiables en términos de reducir la contaminación potencial, proteger la salud humana y salvaguardar la biodiversidad?

Sí, una gestión más cuidadosa del agua de lluvia es esencial. Hoy en día, desafortunadamente, en muchas ciudades italianas el agua de lluvia todavía discurre por los mismos canales de drenaje que las llamadas aguas negras, es decir, las aguas residuales urbanas. Esto supone una limitación importante, ya que en Italia son muy pocos los lugares donde existen redes de drenaje separadas para el agua de lluvia y las aguas residuales.

Sin embargo, si pudiéramos adaptar las ciudades para recolectar y almacenar el agua de lluvia —por ejemplo, mediante tanques de acumulación— obtendríamos una ventaja enorme. En Italia llueve mucho: se calcula que hay unos 500.000 millones de metros cúbicos de agua disponibles cada año, pero solo retenemos un porcentaje mínimo. El problema no es tanto hacer que el agua fluya rápidamente para evitar inundaciones, sino retenerla de forma inteligente.

Un ejemplo ejemplar es el de Rímini. Bajo Piazzale Kennedy se han construido dos tanques subterráneos de gran capacidad. Cuando llueve intensamente, estos tanques recogen la llamada “primera agua de lluvia”, evitando que la ciudad sufra inundaciones. A partir de ahí, el agua se envía a la planta depuradora. También se ha resuelto el problema de la descarga al mar: anteriormente, el exceso de agua de lluvia acababa directamente en la playa; hoy, solo se evacua al mar el agua que los tanques no pueden retener, mientras que el resto se reintegra al ciclo hídrico. Se trata de un cambio muy significativo.

En cuanto a la biodiversidad, no existen riesgos reales relacionados con el agua de lluvia en sí misma. Principalmente, esta transporta polen, material particulado atmosférico y, en raras ocasiones, patógenos. El verdadero peligro para los ecosistemas proviene de la contaminación de ríos y cursos de agua, causada por nuevas sustancias tóxicas detectadas en el monitoreo ambiental.

Algunas señales de adaptación vienen de la propia naturaleza: los macroinvertebrados, como las larvas de insectos, están modificando su fisiología para sobrevivir en entornos alterados. Pero debemos hacer todo lo posible para no sobrepasar el llamado punto de inflexión, el punto de no retorno, más allá del cual la naturaleza ya no podrá reaccionar. Si alcanzáramos ese límite, significaría que hemos exigido demasiado a un sistema que ya está bajo estrés.

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